
Los historiadores como Edgar Ávila Echazú y Bernardo Trigo dan fe de su fallecimiento en el año 1849. Así relatan que el héroe era poseedor de varias fincas, como lo señala su testamento
A 208 años de la Batalla de la Tablada nos vienen los hermosos recuerdos de nuestros héroes, de su valentía y grandes valores. Más aún, uno de los que más brilla es Eustaquio Méndez Arenas, “El Moto”.
Éste es recordado como el héroe tarijeño que ayudó a la liberación de esta tierra, es el valiente montonero que con su coraje y patriotismo se enfrentó a las fuerzas realistas y consolidó el triunfo en la recordada Batalla de la Tablada.
Sin embargo, las enseñanzas sobre este personaje han hecho eco sobre todo de sus contiendas, sus huellas y sus triunfos, pero poco se ha hablado sobre las condiciones de su muerte.
Los historiadores como Edgar Ávila Echazú y Bernardo Trigo dan fe de su fallecimiento en el año 1849. Así relatan que el héroe era poseedor de varias fincas, como lo señala su testamento. Éstas eran: “Abra Negra”, “El Mandor”, “Acheral”, “La Honfura”, “La Ciénaga”, “Carachimayo”, “Serviruelas”, “Tambo de Tucumilla” y “El Rosal”; sin embargo, al “Moto” le tocó la muerte en un momento de crisis económica.
Además de estas tierras, Eustaquio declaró que era dueño de dos casas en San Lorenzo, una en la esquina de la plaza y otra en la banda del río. Como bienes de ganado dijo tener: 200 ovejas, cuatro yeguas, seis burros, 70 cabras, seis vacas y pequeños ajuares de casa.
Según relata Ávila, “llama la atención” que pese a todas las tierras que poseía el caudillo haya pasado momentos difíciles en su economía, durante los últimos días de su vida. “Seguramente por su gran generosidad habría mal arrendado o donado para su cultivo esas tierras entre sus hijos o sus peones; o quizá más bien corrían malos tiempos para la sola producción agrícola. Lo que confirma la razón de esa especie de éxodo de los hacendados y ganaderos del Valle central hacia las tierras chaqueñas- desde 1830”, deduce.
Ávila en su libro “Historia de Tarija” relata que después de que el coronel Eustaquio Méndez participara en la campaña de 1838 contra la invasión de Alejandro Heredia a territorio tarijeño, con su honrosa distinción de “Miembro de la legión de Honor” del ejército crucista y la medalla de “Vencedor de Iruya”, retornó a su finca de Carachimayo.
Cuenta que tras las contiendas, una difícil situación económica le tocó vivir y, sobre todo, su por entonces acrecentado espíritu religioso, acentuado por los achaques de la edad, le indujeron a regularizar su posición familiar.
Tras la muerte de su esposa, Salomé Ibárbol, el “Moto” vivía con su amante, Estefanía Rojas, por lo que al sentirse en sus últimos días y motivado por su intachable moral, decidió sacramentar tal relación y se casó por la iglesia.
Años más tarde, en mayo de 1849, moribundo, en la vivienda de doña Francisca Tuyloba de O’Connor dictó su testamento. En la cláusula primera de este documento, Eustaquio declara: “no deber ni poca ni mucha cantidad a persona alguna” y finaliza el testamento con la siguiente declaración: “Los que dicen que me deben, les perdono, y mando a mi albacea don Juan Cortéz, no cobre, ni ejecute, por ser gente que sirvió a mi patria y porque supieron dar su vida por seguirme, como guapos que luchamos por nuestros pagos. Muero sin aborrecer, sin haber quitado nada a nadie, y habiendo servido con mis animales que se acabaron en las milicias. No queda más que retazos de bienes que serán partidos entre mis hijos por igual, y si alguno reclama o se queja, perderá todo. Quiero que me entierren con mi ropa overa, usada en Montenegro, y al lado de mi madre en el panteón de San Lorenzo”.
Para Ávila esta pieza demuestra que poseía un carácter de ejemplar honestidad y un temperamento igualmente decente, de una sola pieza. Tal vez es por eso que su memoria alcanzó una reverencia no lograda por ninguna otra personalidad tarijeña.
El aciago día
Según los registros históricos Méndez mantuvo una firme amistad con el Tata Belzu, debido a la semejanza varonil, los conceptos sobre el honor y sus comunes ideas sociales. Por ello fue uno de los más fervientes partidarios del belcismo. Así es que, en abril de 1849, fracasada la empresa de Ballivián para ingresar a Bolivia y retornar al poder -por el rechazo de los paceños y potosinos- el Vencedor de Ingavi desechó las acciones de los conjurados Velasco y Linares, que planearon tomar Tarija desde el norte de la Argentina.
Pero, sea porque las órdenes de Ballivián no les llegaran a tiempo o por propia obstinación, la de Velasco, Sebastián Ágreda y José Rosendi, ejecutaron parte de ese plan y se dirigieron a la Villa. El Prefecto Pedro Gonzáles y el Comandante de La Plaza, el coronel Gandarillas se retiraron de ella.
Anoticiado Eustaquio Méndez de tal situación organizó prestamente a quinientos hombres y los condujo desde San Lorenzo a Tarija. El 1 de mayo las fuerzas de Agreda y Rosendi, de mejor armadas, derrotaron a las de Méndez en Santa Bárbara. Al Moto no le quedó sino huir; pero, por esas decisiones fatales, a último momento enfrentó a sus perseguidores que les exigían rendirse.
Al oír esa vergonzosa proposición, según describe Ávila, el Moto respondió con una viril frase, digna de su gloria y de su estirpe: “¡Que se rinda su agüela, carajo!”. Entonces recibió una descarga y cayó de su caballo, mal herido. Los hombres de Rosendi lo llevaron a la cárcel de la Villa, y ahí cometieron la villanía de torturarlo, por expresas órdenes del mismo Rosendi. En tal doloroso trance, intervino doña Francisca Ruyloba, esposa de don Francisco Burdett O’Connor. Conocida y respetada por el general Ágreda (uno de los vencedores de Montenegro), éste ordenó a Rosendi que liberara al “Moto” y lo condujera a la casa de doña Francisca. Y en una de sus habitaciones, en el año 1849 murió el anciano y atormentado héroe de la Emancipación.
Las interrogantes
El historiador señala que es lamentable que hasta hoy no se haya encontrado documentación alguna sobre ese tan luctuoso acontecimiento, y sobre el exacto lugar donde fuera enterrado Eustaquio Méndez. “Ni siquiera sabemos qué disposiciones se tomaron para su entierro, o si recibió algún homenaje; aparte, claro está, del que debió rendirle, y con qué pesar y con muy hondo dolor, el pueblo de Tarija y sus viejos camaradas Montoneros, inermes para no solo repudiar a sus asesinos, sino para vengar el aleve crimen”.
Toda esta situación para Ávila contribuyó a la creación y sostenimiento del mito sobre el montonero manco, un héroe de tanta significación en la memoria colectiva.
Los primeros años del héroe y las historias sobre la mano
Eustaquio Méndez Arenas nació el 19 de septiembre de 1784 en Churquihuayco, punto limítrofe entre Canasmoro y Carachimayo, fue hijo de Juan Méndez y de María Arenas, naturales de España.
Lo bautizaron el 24 de septiembre del mismo año. Sus padres vivían de la agricultura y del ganado. En la actualidad quedan como testigos mudos de su gran obra su casa de combate instalada al frente de la plaza central de San Lorenzo, además de otra casa donde él habría vivido toda su vida.
El País visitó San Lorenzo, donde puedo encontrar testimonios de algunos familiares y vecinos del “Moto”. Cuentan que Méndez era un mozo alajo, de raza blanca y ojos azules, medía 1.60 metros, calzaba 38 y era un joven enamoradizo que le gustaba participar de las festividades que en ese entonces se hacían en la ciudad; dicen además que era forzudo, valiente y muy perseguido por las mozas del lugar.
Contrajo sus primeras nupcias con Salomé Ibarbol. Durante su matrimonio tuvieron tres hijos naturales que fueron José Manuel, Eulalia y Eleidoro Méndez. Hallándose viudo, se volvió a casar por segunda vez con María Estefanía Rojas, durante su matrimonio no tuvieron hijos pero ella tenía tres: Manuel Cruz, Ignacio Rojas y Paula Rojas.
Relatan que Eustaquio Méndez no sabía leer ni escribir pero era un hombre preparado, tenía secretarios que hacían todo lo que él decidía. Él vivió y luchó por sus propias doctrinas y a pesar de tener muchas limitaciones hizo historia.
La mano del Moto
Muchas son las versiones sobre el origen “Moto” de Eustaquio Méndez, unos afirman que el caudillo perdió la mano en el campo de batalla, otra cuenta que los españoles lo consideraban un cuatrero que afectaba a los intereses de los españoles, por lo que tras capturarlo le cortaron la mano. Y otra de las versiones, la de Bernardo Trigo, sostiene que Eustaquio Méndez, en los primeros años de su juventud viajó a Salta, donde vivió algunos años, llevando la errante vida del gaucho. En una ocasión, su madre le había negado dinero para sus disipaciones, y Méndez en gesto de rebeldía abandonó el solar nativo.
“Regresó a los cuatro años, deseoso de cuidar a sus padres, y dicen las leyendas que su madre le había recibido con amor intenso, pero recordándole que antes de su partida la ultrajó. Méndez lloró amargamente y tomando su lazo caminó en busca de su caballo ‘Tordillo’. El lazo le tomó la mano causándole una profunda herida, a lo que recordó la queja de su madre y tomando su cuchillo dijo: Lejos de mí mano perversa, que empujaste a mi madre… y Eustaquio quedó desde entonces ‘Moto’ de la mano derecha”.
Los tres datos claves en la vida de Eustaquio Méndez
Hombre de campo
Eustaquio Méndez Arenas nació el 19 de septiembre de 1784 en Churquihuayco, punto limítrofe entre Canasmoro y Carachimayo, fue hijo de Juan Méndez y de María Arenas, naturales de España. Sus padres vivían de la agricultura y del ganado
Hombre de Batalla
Eustaquio Méndez no tardó en elegir bando: luchó por la Independencia en múltiples batallas desde 1814. Al igual que los demás caudillos de Tarija, estaba bajo órdenes de sus amigos, Martín Miguel de Güemes (quien retomó Tarija en 1812 y comandó la guerra gaucha) y, Francisco Pérez de Uriondo.
Hombre de familia
Contrajo sus primeras nupcias con Salomé Ibarbol. Durante su matrimonio tuvieron tres hijos naturales que fueron José Manuel, Eulalia y Eleidoro Méndez. Hallándose viudo, se volvió a casar por segunda vez con María Estefanía Rojas, durante su matrimonio no tuvieron hijos pero ella tenía tres: Manuel Cruz, Ignacio Rojas y Paula Rojas.
Fuente: El País